Extracto del libro: Killing Hope. U.S. Military and CIA Interventions Since World War II. por William Blum, editado por Common Courage Pr., 1995.
Cuando Salvador Allende – un marxista comprometido – perdió por sólo tres puntos las elecciones presidenciales chilenas en 1958, los Estados Unidos decidió que el resultado de las próximas elecciones, a realizarse en 1964, no podía dejarse en manos del azar ni de la democracia.
Washington lo tomó con mucha seriedad. Por ello, a comienzos de la administración de Kennedy, en 1961, se creó un comité electoral, compuesto de altos oficiales del Departamento de Estado, la CIA y la Casa Blanca. En Santiago en tanto, se formo un comité paralelo compuesto por miembros de la embajada de EE.UU. y de la CIA.
“La intervención norteamericana en Chile en 1964 era descarada y casi obscena,” señaló un oficial de inteligencia que trabajaba en un área estratégica en aquel momento. “Mandábamos gente a todos lados, principalmente del Departamento de Estado, pero también de la CIA, con todo tipo de pretextos”. En total, unos cien oficiales norteamericanos participaron en la operación.
Se comenzaron a crear las condiciones para las próximas elecciones, y como señaló un comité de investigaciones del Senado: “se establecieron relaciones operativas con los más importantes partidos políticos y se creó propaganda y mecanismos organizacionales con capacidad de influir sobre importantes sectores de la población”. Se iniciaron proyectos “para capacitar y organizar a grupos ‘anti-comunistas’ entre los campesinos, en las poblaciones, entre los sindicatos, estudiantes, los medios de comunicación, etc.
Después de apoyar económicamente a varios partidos que no pertenecían a la izquierda, el equipo electoral eventualmente optó por el centrista Eduardo Frei, el candidato de la Democracia Cristiana, y la opción mas factible para impedir que Allende llegara al poder. La CIA pagó más de la mitad de los costos de la campaña de la DC. Esto es US$20 millones; cantidad que representaba más dinero por votante que la utilizada en las campañas conjuntas de Johnson y Goldwater realizadas el mismo año en los Estados Unidos. La mayor parte de los costos fueron destinados a la propaganda.
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La operación fue más exitosa de lo que se esperaba. Frei ganó un 56 por ciento de los votos en comparación con el 39 por ciento obtenido por Allende. Según la CIA, en su informe al Senado, “fue la más exitosa campaña anti-comunista que jamás se haya emprendido”. La táctica era antes que nada dirigirse a la población femenina. De hecho, Allende ganó 67,000 votos masculinos más que Frei – en Chile. hombres y mujeres votan por separados – mientras que entre la población femenina Frei ganó por 469,000 votos. Este hecho pone en evidencia, una vez más, lo fácil que es manipular la mente de miles de personas, cualquiera que sea la sociedad.
¿Qué representaba Salvador Allende para provocar tal fiebre de actividad? Qué amenaza presentaba este hombre para que una de las naciones más poderosas del mundo lo atacara usando todos sus recursos técnicos y económicos? Según el Senado, el programa político de Allende tenía como objetivo: ” redistribuir el ingreso (en un país donde el dos por ciento de la población recibía 46 por ciento del ingreso) y reformar la economía chilena, empezando por la nacionalización de las más importantes industrias, sobre todo en el rubro del cobre; una amplia reforma agraria; y mejores relaciones con los países socialistas y comunistas”.
La administración norteamericana supo que con un hombre comprometido con esos objetivos, sólo podía esperar que dirigiera su país por un sendero independiente de las prioridades de la política exterior de los Estados Unidos y sus multinacionales. (Sin embargo, durante su administración, Allende demostró que su política también era independiente de la de otras naciones).
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“No veo por qué tenemos que quedarnos acá y ver cómo un país se torna comunista por culpa de la irresponsabilidad de su propio pueblo”.
Así habló Henry Kissinger, principal asesor del Presidente de los Estados Unidos respecto de la seguridad nacional. Era el 27 de junio de 1970. El lugar, una reunión del Comité 40 del Consejo Nacional de Seguridad, y la gente a la cual Kissinger acusaba de irresponsabilidad inminente eran los chilenos que él temía votarían por Salvador Allende.
Los Estados Unidos no tardaron en actuar. En aquella reunión se aprobó incrementar el financiamiento de la campaña en contra Allende en US$300,000. La CIA empezó a disparar su campaña de des-información en contra del electorado chileno, con balas que decían: “Una Victoria de Allende significará represión estalinista”. La propaganda ‘negra’ fue utilizada para socavar la coalición de Allende y a quienes lo apoyaban, creando división entre el Partido Comunista y el Partido Socialista, los principales miembros de la coalición. Y también entre el Partido Comunista y la Central Unica de Trabajadores, dominada por los comunistas.
Sin embargo, el 4 de septiembre de 1970, Allende ganó las elecciones por una minoría de votos. El 24 de octubre, el Congreso chileno se reunió para elegir entre Allende y el segundo ganador, Jorge Alessandri, del Partido Nacional Conservador. Según la tradición, Allende tenía asegurada la presidencia.
Los Estados Unidos tenían siete semanas para impedir que Allende llegara a ejercer como presidente. El 15 de septiembre, el Presidente Nixon se reunió con Kissinger, el director de la CIA Richard Helms, y el Procurador General John Mitchell. Los apuntes que Helms tomó durante la reunión se han hecho famosos: “Tal vez aún exista una posibilidad de un 10 por ciento, pero hay que salvar a Chile! … no me interesan los riesgos que esto implica… hay US$10,000,000 disponible, más si fuese necesario… hay que desestabilizar la economía”.
El Comité 40 autorizó que se utilizaran fondos para sobornar a los legisladores chilenos de modo que éstos votaran por Alessandri, pero pronto esta idea fue abandonada. Luego, y bajo fuerte presión por parte de Richard Nixon, los esfuerzos norteamericanos se concentraron en inducir a los militares chilenos para que llevaran a cabo un golpe de estado, después del cual suspenderían el voto del Congreso. A la vez, Nixon y Kissinger expresaron claramente a la Casa Blanca que no rechazarían del todo la opción de asesinar a Allende. Existe un documento de la Casa Blanca que presenta varias formas de lograr este objetivo.
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En tanto, la CIA deliberaba con varios oficiales de las Fuerzas Armadas que acogían la idea de un golpe de estado. (Según la CIA, existía cierta dificultad para encontrar tales oficiales, dada “la orientación apolítica y la inercia constitucional de los militares chilenos”). A aquellos interesados, se les garantizó que los Estados Unidos les entregaría todo el apoyo posible sin intervenir militarmente. Sin embargo, el principal obstáculo que estos militares golpistas enfrentaban era la fuerte oposición del Comandante en Jefe del Ejército, el General René Schneider, quien insistía en respetar el proceso constitucional. Este obstáculo tendría que ser “suprimido”.
En la mañana del 22 de octubre de 1970, la CIA entregó ametralladoras y arsenal “esterilizado” a algunos de los conspiradores. (Antes ya les habían entregado gas lacrimógeno). Ese mismo día, Schneider murió de las heridas inflingidas durante un “intento” de secuestro mientras se dirigía a su trabajo. La CIA en Santiago comunicó a su casa central que al general lo habían asesinado con las armas que la agencia le había entregado a los oficiales golpistas. Posteriormente, sin embargo, la CIA declaró al Senado que los asesinos de Schneider no fueron los mismos hombres a los que se les había entregado las armas.
El homicidio no les sirvió a los conspiradores. Sólo fortaleció el respeto por la constitución dentro de las Fuerzas Armadas. Quedaba poco tiempo. Dos días después, la presidencia de Salvador Allende fue confirmada por el Congreso chileno. El 3 de noviembre de 1970, Allende tomó el poder.
Estaba todo dado para que se diera el conflicto entre dos experimentos. Uno era el experimento “socialista” de Allende, con sus objetivos de sacar al país del fango del subdesarrollo y dependencia, y terminar con la pobreza. El otro era, como lo describió posteriormente el Director de la CIA William Colby, “un prototipo o experimento de laboratorio para probar las técnicas de gran inversión económica destinada a desprestigiar y derrocar a un gobierno”.
Aunque pocas características de este experimento eran únicas para la CIA, de hecho fue la intervención más multifacética emprendida por los Estados Unidos. Su realización introdujo una nueva palabra al idioma: la desestabilización.
“No se permitirá que ni una tuerca ni un tornillo lleguen a Chile bajo Allende,” advirtió el embajador norteamericano Edward Korry una vez confirmada la presidencia de Allende. La economía chilena, tan dependiente de los Estados Unidos, era el punto débil del país, fácil de machacar. Durante los próximos tres años, el número de programas nuevos de asistencia económica proveniente de los Estados Unidos disminuyeron hasta prácticamente desaparecer. Algo parecido sucedió con los préstamos provenientes del US Export-Import Bank y el Inter-American Development Bank, en los cuales los Estados Unidos ejercían nada menos que veto. El Banco Mundial no autorizó ningún préstamo nuevo a Chile durante el período 1971-73. La asistencia económica y garantía a la inversión privada en Chile, de parte del gobierno norteamericano, sufrieron un serio retroceso, y el sector empresarial norteamericano recibió las órdenes de ponerle la soga al cuello a Chile.
En efecto, este boicot significó que muchos taxis y buses en Chile cayeron fuera de uso debido a que en Chile había una carencia de repuestos. Existían dificultades similares en las industrias de cobre, acero, electricidad y petróleo. Los norteamericanos se negaron a vender los tan necesitados repuestos a pesar de la oferta hecha por Chile de pagar anticipadamente y en efectivo.
La multinacional ITT, quien no necesitaba que se le instruyera sobre lo que debía hacer, declaró en 1970, a través de un recordatorio (Memorandum): “Una esperanza más realista para aquellos que quieren terminar con Allende es que una economía en rápido descenso provocará una oleada de violencia que terminará en un golpe militar”.
A medida que la ayuda económica iba desapareciendo, y a pesar de sus propias advertencias, los Estados Unidos aumentó su asistencia militar a Chile entre 1972 y 1973 mientras entrenaba a militares chilenos en los Estados Unidos y Panamá. El gobierno de Allende estaba entre la espada y la pared, y se resistía a rechazar esa “ayuda,” para no crear adversarios entre sus líderes militares.
Tal vez nada creó tanto descontento entre la población chilena como la escasez, las molestias cotidianas cuando no se podía encontrar un alimento favorito, o harina, o aceite comestible, o papel higiénico, sábanas o jabón, o el repuesto necesario para que funcionara el televisor o el auto. O, lo peor de todo cuando un adicto a la nicotina no podía encontrar tabaco. En parte, la escasez era el resultado de la transición que experimentaba el país, en la forma de nacionalización de ciertas empresas, experimentos en la administración por los trabajadores, etc. Pero esto no era nada en comparación con los efectos del boicot económico y las prácticas de las corporaciones norteamericanas, cuya presencia se sentía con tanta fuerza en Chile. Además surtieron efecto una serie de largas huelgas en el país, cuya prolongación fue posible gracias a la asistencia económica de los Estados Unidos.
En octubre de 1972, por ejemplo, un gremio de dueños de camiones del sector privado inició un paro con el fin de obstruir el transporte de alimentos y otros bienes de importancia, incluyendo en su boicot hasta los diarios que apoyaban al gobierno, vale decir que la sutileza no era lo más importante en un país tan polarizado. En seguida, una gran cantidad de negocios cerraron sus puertas – incontables pequeños-burgueses colaboraron para apretar la tuerca y agudizar las molestias públicas – y cuando abrían sus negocios, muchos se negaban a vender ciertas mercancías, como el tabaco, para después venderlas en el mercado negro a clientes dispuestos a pagar precios más altos. Luego, la mayoría de las micros del sector privado cesaron sus recorridos, y más encima, muchos profesionales y oficinistas en contra el gobierno dejaron sus puestos de trabajo, con o sin el apoyo de la CIA.
El principal objetivo de esta campaña era agotar la paciencia del público y hacerle comprobar que “el socialismo no puede funcionar en Chile”. Sin embargo, la mayoría del pueblo chileno había sufrido peores privaciones antes del gobierno de Allende – privaciones de alimentos, vivienda, servicios de salud y educación, por ejemplo. Por lo menos la mitad de la población sufría de desnutrición. Allende, médico de profesión, explicaba su programa de leche gratis señalando que, “Hoy en Chile hay más de 600.000 niños con retrasos mentales a consecuencia de la mala alimentación durante los primeros ochos meses de sus vidas, cuando no se les proporcionaron las proteínas necesarias”.
No fue asistencia económica el único apoyo que prestó la CIA a los huelguistas. Más de 100 miembros de los gremios profesionales y de patrones eran ex alumnos de la “Pequeña Escuela Anti-Rojos” dirigida por el American Institute for Free Labor Development de Front Royal, Virginia, el AIFLD. Este organismo, la principal organización laboral latinoamericana de la CIA, también ayudó a formar un nuevo gremio profesional en Chile, en mayo de 1971: la Confederación de Profesionales Chilenos. Los expertos laborales del AIFLD tenían más de 10 años de experiencia en el arte de fomentar disturbios económicos.
Los especialistas de la propaganda de la CIA lo pasaron bomba con el caos y la escasez, exacerbando ambos y fomentando el pánico. Todas estas técnicas, la saturación de la prensa, las útiles organizaciones creadas para cada objetivo y tan eficazmente utilizadas en 1964 y 1970, fueron apoyadas por la licencia ilimitada otorgada a la prensa. Había titulares y artículos que difundían rumores acerca de todo, desde la nacionalización hasta la carne podrida y el agua potable imbebible… “¡Caos Económico! Chile Al Borde De La Perdición!” se leía en los titulares con las letras más grande que se podían utilizar. Los medios de comunicación acudían al fantasma de la guerra civil, cuando no estaban literalmente haciendo un llamado directo a tal guerra… imprimían historias alarmistas que en cualquier parte del mundo hubiesen sido consideradas sediciosas. A su lado, lo peor de la prensa amarilla londinense o el diario norteamericano el National Enquirer, parecían serias revistas de odontología.
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Al parecer, los planes de contingencia del gobierno, fueron adquiridos por la CIA a través de agentes infiltrados en los varios partidos que constituían la coalición de la Unidad Popular. A los agentes de la CIA instalados en la jefatura del Partido Socialista – el partido de Allende – se les pagaba para “cometer errores en sus puestos de trabajo”. En Washington, el robo era la táctica utilizada por la CIA para obtener documentos, los que fueron sacados de los hogares de varios funcionarios de la Embajada chilena. De hecho, la misma embajada, que había sido intervenido desde hace un tiempo, fue objeto de un robo en mayo de 1972 por parte de algunos de los mismos hombres que en abril de 1972 participaron en el robo de Watergate.
En marzo de 1973, la UP ganó un 44 por ciento de la votación en las elecciones de senadores, en comparación con el 36 por ciento que ganó en 1970. Se dice que fue el mayor apoyo obtenido por un partido en Chile después de más de dos años de gobernar. Los partidos de la oposición habían expresado públicamente su esperanza de obtener dos tercios del Congreso para poder bloquear a Allende. Ahora enfrentaban el prospecto de tres años más bajo Allende, sin la posibilidad de bloquear su creciente popularidad, a pesar de sus mejores y más deshonestos esfuerzos.
Durante la primavera y el verano, el proceso de desestabilización se intensificó. Hubo una serie de huelgas y manifestaciones, con otra huelga muy prolongada de los camioneros. La revista Time escribió; “Mientras la mayor parte del país sobrevivía con raciones limitadas, los camioneros parecían extrañamente bien equipados para una prolongada huelga”. Un periodista preguntó a un grupo de camioneros huelguistas, que estaban acampando y comiendo “una abundante cena con carne, verduras, vino y empanadas” de dónde habían sacado el dinero para pagar los alimentos. “De la CIA’, contestaron, riéndose.
Además de violencia, que incluyó el homicidio, hubo sabotaje diariamente. El 29 de junio de 1973, algunos militares y el movimiento Patria y Libertad, intentaron un fallido ataque sobre la Moneda.
En septiembre, los militares dominaban la situación. “Está claro“, dijo el comité investigador del Senado, “que durante los meses de julio, agosto y septiembre de 1973, la CIA recibió informes de inteligencia sobre los planes para el golpe, de parte del grupo de militares que llevaron a cabo el exitoso golpe de estado del 11 de septiembre de 1973”.
El papel norteamericano ese día fatídico fue uno de sombras y presencias. El golpe comenzó en la costa pacífica de Valparaíso con el despacho de tropas navales chilenas a Santiago, mientras los barcos de las fuerzas navales de los Estados Unidos se mantenían presentes, aparentemente con el fin de incorporarse a las operaciones de la marina chilena. Los barcos norteamericanos no se metieron en aguas chilenas, pero se mantuvieron en alerta. Un avión WB-575 – un sistema aéreo de control de comunicación – piloteado por oficiales de las Fuerzas Aéreas de EE.UU, patrullaba el cielo chileno. Simultáneamente, aviones estadounidenses de observación y de guerra aterrizaban en la base aérea de EE.UU. en Mendoza, Argentina, cerca de las fronteras chilenas.
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Washington no conoce otra herejía tercermundista peor que la independencia. En el caso de Salvador Allende, ésta se presentó de una forma particularmente provocadora: un marxista, constitucionalmente electo, dispuesto a respetar la constitución. Esto no era aceptable. Sacudió las mismísimas bases de la torre anti-comunista: la doctrina, cultivada durante décadas, que dice que los “comunistas” sólo pueden llegar al poder a través de la fuerza y el engaño, que se mantienen en el poder sólo a través de someter al terrorismo y lavado de cerebro a la población. Sólo había una cosa peor que un marxista en el poder: un marxista electo, en el poder.